La Salsa Vive

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viernes, 11 de septiembre de 2009

Raphy D'Oleo Tambien Opina Sobre El Caso Frank Reyes Y Sergio Santiago.


La litis que envuelve a Frank Reyes y Sergio Santiago es lo que podría denominarse ¨Cronica de una muerte anunciada¨. Lo de ¨muerte¨ viene a cuento porque de manera inexplicable los ¨síntomas¨ de esa enfermedad ¨frankiana¨ se salen de la lógica natural de un buen manejo y comportamiento artísticos.

No entiendo como un artista de la dimensión de Reyes esta de frente en una polémica pública que deteriora su imagen y lo iguala a los protagonistas de escándalos callejeros en los barrios del país. Y todo por un orgullo estúpido que obnubila el raciocinio que nos diferencia de los animales irracionales.

Frank debe entender que el artista es magia, que la gente se forma la idea de inalcanzabilidad y que cuando este desciende de ese olimpo de dioses se transforma en uno más del montón de mortales sin fama y sin fortuna.


Ahí esta el gran problema. Un artista sin manejador es como un carro sin conductor. Pero la primera regla que debe darse entre ambos es que el artista debe reconocer la capacidad del manejador para conducir su carrera por los senderos correctos. El manejador es un soñador de imagen, un visionario perspicaz de cómo guiar por los vericuetos insondables del arte, eligiendo el camino mas corto, menos oneroso y mas seguro para el artista.

En él esta la cúspide de la pirámide que conforma la estructura de un proyecto. Su papel no es hacer relaciones públicas ni agenciarle trabajo al artista. Para eso esta un personal que responde a sus directrices. De vendedores, promotores, ¨mamagers, ¨hermanagers¨ y ¨muchachos de mandado¨ esta lleno el mundo artístico. Sin embargo todos forman parte de un complejo global de negocios musicales que devengan un salario por lo que realizan y no por como lo designan.

No soy experto en asuntos legales sobre trabajo pero la intuición me dice que a todo el que hace una labor, al termino de ese compromiso hay que pagarle sus prestaciones laborales. Y en el caso que nos ocupa más vale un mal arreglo que un buen pleito.

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