La Salsa Vive

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lunes, 24 de agosto de 2009

Alfonso Quiñones Le Envia Este Mensajito A El Principe De La Bachata.

Con la bachata Princesa, de Rafael Céspedes, he gozado más que con muchas salsas. Eso se lo debo a Frank Reyes... y a Sergio Santiago.Había visto orgulloso y altanero a Frank Reyes con un verbo impostado que nunca le ha quedado bien, en un Casandrita, hace más o menos un lustro.
Desde entonces pensé que se trataba de alguien que quería parecer lo que no era.
Lo conocí gracias a la insistencia de su mánager Sergio Santiago, quien casi me suplicó que asistiera a una cena que iba a dar a un grupo muy reducido de editores de espectáculos, en un restaurante de la capital.
Fue su mánager Sergio Santiago quien me metió por los ojos a Frank Reyes y me hizo aquilatarlo mejor cuando me regaló la colección completa de sus álbumes musicales. Que yo sepa un vendedor de fiestas no hace ese trabajo con la prensa.
Es pues de una saña casi norcoreana, el querer hacer parecer a Sergio Santiago como lo que no era. Y una bajeza aún mayor el querer endilgarle el papel de ladrón en algo que ya raya con lo inaceptable.
El decir que fue su propia secretaria (la de Sergio Santiago) la que descubrió el supuesto problema, más allá del cinismo que desborda todo tipo de adjetivos, reconoce que él era su manager, porque ¿cómo un simple vendedor de fiestas va a tener secretaria?El sábado 17 de junio del 2006, en Altos de Chavón, Sergio Santiago se graduó como mánager, al llevar al bachatero a su más alto momento.
Ese es un reconocimiento para el artista, pero también para su manejador, que fue quien esculpió los escalones en la roca para que el artista pudiera escalar. Porque Frank Reyes no pudo ser nunca su propio mánager: le falta talento para eso, lo demuestra con su actitud actual.Es lícito querer cambiar de personal.
Nadie es esclavo de nadie, pero es éticamente inaceptable que el artista que se dice "Príncipe otra vez", quiera acabar con la moral de quien dio 12 años de su vida para que él ganara todo lo que ha ganado. Sólo porque reclama lo lícitamente ganado con su esfuerzo.
De Alfonso Quiñones

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